La arbitrariedad del signo lingüístico

Siempre me ha parecido interesantísima la aportación de Saussure en tanto que “el vínculo entre significante y significado es arbitrario”. No sólo porque incluso el DRAE define lo arbitrario como ‘a voluntad o capricho’ (de arbitrarius), sino porque, en realidad a lo que se refiere Ferdinand de Saussure es a que el significante no tiene vínculo natural con su referente. De entrada, construye una equivalencia entre “significado” y “referente”, con lo cual, de hecho, se posiciona más allá de la ciencia al instalarse de lleno en el terreno filosófico al apuntar a ‘la cosa en sí’ –a la realidad factual de los objetos fuera de mi mente- (lo que para algunos estructuralistas de segunda generación, como Émile Benveniste, representa un desliz del padre de la lingüística moderna –algo así como si se hubiese salido del “sistema”, que era lo que le interesaba primordialmente en tanto científico-). Aquí la cita de Saussure en su Course de linguistique générale:

 “Le lien unifiant le signifiant et le signifié est arbitraire, ou encore, puisque nous entendons par signe le total résultant de l'association d'un signifiant à un signifié, nous pouvons dire plus simplement: le signe linguistique est arbitraire […] Le mot arbitraire appelle aussi une remarque. Il ne doit pas donner l'idée que le signifiant dépend du libre choix du sujet parlant (on verra plus bas qu'il n'est pas au pouvoir de l'individu de rien changer à un signe une fois établi dans un groupe linguistique); nous voulons dire qu'il est immotivé, c'est-à-dire arbitraire par rapport au signifié, avec lequel il n'a aucune attache naturelle dans la réalité”.

Si ha sido o no un “desliz” o un “exceso filosófico”, honestamente no me parece ni grave ni incómodo, sino fascinante, dadas las implicaciones semánticas y ontológicas (y hasta cognitivas: algo así como si fuese casi imposible deshacernos de la realidad factual que da cuerpo y contexto a las ideas). Si acaso me habría encantado que hubiese considerado al signo lingüístico no sólo como una convención social, sino también como producto del ejercicio sociopolítico en un entramado de poder asimétrico, multipolar y siempre en tensión (o, incluso, como producto de relaciones de “hegemonía”, en términos gramscianos). Con lo anterior, habríamos podido entender y comprender de paso -y a propósito del español como lengua extranjera-, cómo se construye, evoluciona o cuaja el tan anhelado, celebrado y -un tanto- fantasmagórico “español estándar” que tanto deseamos asir para facilitar el aprendizaje del español.

En fin, no era su tiempo ni su cometido llegar a ello, ya mucho nos aportó y mucho le debemos al gran Saussure.

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